Título: Kamchatka.
Director: Marcelo Piñeyro.
Título Original: Kamchatka.
Idioma en que se proyecta: Castellano (el argentino es un castellano mejorado, no?)
País: Argentina-España
Año: 2002
Duración: 105´
Elegida por: Notoriamente Nefasto
Es Kamchatka una de esas pelis que, desde el minuto uno,
sabes que vas a poner en el Cineclub porque te encanta, aunque a veces tengan
que pasar 291 películas antes para que le llegue el turno.
Me encanta porque me emociona. Porque son las pelis que me
emocionan las que más me gusta poneros. La historia, si tenemos que encuadrarla
en algún género, tengo que reconocer que podría ser el drama, drama histórico (que
no histérico, sino pausado), aunque cuente una historia que, podría ser inventada,
pudiera haber pasado, rondando el año 76, en la Argentina que se asomaba al
abismo de la dictadura.
Si bien el drama late debajo de un relato más bien amable.
Que retrata a buenas personas haciendo cosas de buenas personas en un entorno
también amable. Una quinta con lago con embarcadero, con piscina y sapos que no
saben nadar. Sabemos, desde el inicio, porque Harry, el niño, nos lo cuenta con
su voz en off desde la primera escena, que la historia amable va a acabar mal.
Pero nosotros, al igual que él y de su mano, tenemos que ir aprendiendo a ver
el mal, entenderlo, saber que al final el mal nos va a barrer. Y también
tenemos que ir aprendiendo que, si el mal viene, no queda más remedio que
resistir. Nos tendremos que hacer obstinadamente fuertes en Kamchatka.
Todo lo vemos con los ojos de Harry, que tiene 10 años, y ni
siquiera se llama Harry. Aunque papá y mamá hagan como que nada, algo raro está
pasando. Podemos jugar a zafarranchos y escapismos, pero tontos no somos, e
intuimos que cuando llamen a zafarrancho habrá que tomarse la cosa muy en
serio.
Mamá y papá se quieren. Se les ve. Sonrío cuando bailan, y
cuando se besan. Aunque aún no entienda, ya entiendo. Es nuestra fuerza. Somos
una familia que se quiere, y si, por ejemplo, el enano moja la cama, habrá que
ayudar y no chivarse, porque mamá y papá siempre ayudan, y no son ni serán
nunca chivatos.
No delatarían jamás al chico que dice llamarse Lucas. Lucas
al principio es un extraño, que poco a poco también resultará ganarse un hueco
en la familia. Pero no por mucho tiempo. Cuando el coche de Lucas se va, de
repente me doy cuenta de que se va para siempre. Que no lo voy a volver a ver.
Y, aunque corro detrás, ya es tarde. No he podido darle un abrazo de eso que
dicen que te quiero, de manera más fácil que con palabras que a veces no salen.
Por eso, a mí, la parte que más me emociona, es la escena
final. En este blog hay spoilers porque da igual. Si no la has visto, y has
leído hasta aquí (ya tienes mérito…) deberías querer ver esta peli, aunque te
cuente que el coche al final se va. Y Harry corre también esta vez porque ahora
sí que tiene la certeza de que no va a volver. Los que van dentro, los que más
quieres, puede que no vuelvan nunca más. Se van en el precioso Dos Caballos
amarillo, y desaparecen en el horizonte. Y vemos a Harry de espaldas mirar
cuando ya no puede correr más. Harry sigue siendo el niño, pero ya entiende.
Entiende que habrá que resistir. Probablemente, aunque no lo sabemos porque
sólo lo vemos de pie de espaldas, por las mejillas de Harry corren lágrimas. Como la que asoma de nuevo por mi mejilla,
cuando veo esta escena. Suena “Palabras para Julia”.




















