Título: Vacaciones en Roma
Director: William Wyler
Título Original: Roman Holiday
Idioma en que se proyecta: V.O.
País: E.E.U.U.
Año: 1953
Duración: 118´
Reparto: Audrey Hepburn, Gregory Peck
Premios: Oscar a mejor actriz para Audrey, y dos más a guión y vestuario.
Elegida por: Notoriamente Nefasto
Sinopsis: Una princesa de un país muy lejano que visita Roma, harta de estar todo el día haciendo de princesa, se larga y se topa con un periodista guapetón, que sí que quiere hacer de periodista.
Quiso la suerte que la película italiana fuese “Vacaciones
en Roma”, la más romántica y romana de las opciones disponibles. Una dura
prueba para dos tipos duros como vosotros.
En mi caso, lo tenía fácil, porque la película me encanta, y
verla tras haber recorrido Roma apenas hace unos días, me hizo disfrutarla aún
más.
Para mi, “Vacaciones en Roma”, es sinónimo de Audrey
Hepburn. Como os conté, el director, William Wyler, viejo conocido del
Cineclub, no dudó ni un momento que aquella chiquilla a la que le hizo unas
pruebas de cámara iba a ser una estrella del cine. Así que sin dudarlo le
adjudicó el papel de la princesa perdida en Roma, prefiriéndola a todas,
incluida Elizabeth Taylor que era la mejor posicionada.
Y el viejo Wyler sabía muy bien lo que se hacía. Nos
descubrió al mundo a una actriz única. No se me ocurre otra actriz que pueda
parecerse a nuestra querida Audrey, ni entonces, ni ahora. La cámara se enamora
de ella, y el director lo sabe. Por eso nos pone esos primeros planos, en los
que podemos admirar y quedar embelesados ante ese rostro tan especial y hermoso. Y ya sólo con eso, ya tienes película, porque es imposible no quedar prendado.
Cuando ves a Audrey, ves a una mujer que es a la vez bella y sencilla, que
parece ingenua pero para nada estúpida, con una personalidad firme a la vez que
buena y amable a kilómetros vista, consciente de su belleza pero humilde y
firme al mismo tiempo. Me resulta difícil de definir lo que me transmite,
porque lo que vemos es a Audrey, y con eso debiera bastar para que sepas de qué
hablo.
El director ya se ha dado cuenta, y por eso nos regala con
su presencia. Sabe que su película es dejarnos a todos disfrutar de Audrey, y
cuando digo todos incluyo a hombres y mujeres, porque, cosa rara, todas y todos
la adoramos. Así que nos maravilla ver cómo corta su pelo y observa su nuevo
aspecto, cómo maneja la vespa a
carcajadas, o no puede evitar que las lágrimas lleguen a sus ojos cuando sabe
que el cuento se acaba y será para siempre.
Bueno, además de Audrey tenemos a Gregory Peck y a Roma, y
ambas entidades tienen prestancia suficiente para aguantar y enmarcar a la
nueva chica. Así que tenemos una historia sencilla pero que para disfrutarla se
trata de dejarse llevar y admirar el panorama. Te montas en la vespa, y a donde
te lleve.
No se puede llamar sorpresa, pero el final no es el típico
de una comedia romántica, y me parece que también eso es de agradecer. Me
encanta cómo acaba la historia con la escena de Peck saliendo por esos pasillos
del palacio. La cámara le aguanta y sigue mientras va andando, y su rostro nos
lo dice todo. Nos dice lo mismo que nos pasa a todos en ese momento: “Qué pena
no poder disfrutar más de la presencia de Audrey”. Pero bueno, me corrijo: siempre nos quedarán sus películas. Gracias
por todo, Audrey!